Su madre quedó sola, a cargo de Alberto y de su hermano Miguel. La venta del fundo se hizo necesaria junto con el traslado a Santiago.
Acogidos por sus familiares, Alberto, Miguel y doña Ana, iniciaron una nueva etapa de sus vidas en la capital.
En 1909 ingresó al Colegio San Ignacio, en donde destacó por ser buen compañero, entusiasta y alegre. Fue en este lugar donde comenzó a manifestarse su vocación, esas ganas de ayudar a los otros estando al servicio de Cristo.
Sin embargo, aunque sabía que por sobre todas las cosas quería ser sacerdote, la difícil situación económica de su madre le hacía imposible cumplir su sueño de entrar a la Compañía de Jesús. Por eso, una vez finalizado el colegio entró a estudiar Leyes en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Para ayudar a su familia trabajaba en las tardes y en las pocas horas que le quedaban libres se lo dedicaba a la Parroquia Virgen de Andacollo.
Su vocación sacerdotal seguía presente, aunque los años pasaban, él no perdía la esperanza. Finalmente sus rezos fueron escuchados y en 1923 pudo cumplir su sueño e ingresar al noviciado. Luego de varios años de estudios, fue ordenado sacerdote en Bélgica, en 1933.
Volvió a Chile en 1936. De inmediato se puso a trabajar como profesor del Colegio San Ignacio, aquí niños y jóvenes buscaban su compañía y orientación. Su inmenso arrastre entre los jóvenes sobrepaso los límites del colegio. Fue llamado entonces como asesor de la Acción Católica Juvenil. Con sus jóvenes colaboradores recorrió la patria inflamando los corazones juveniles con el deseo de luchar por la gloria de Cristo.
Jesús lo llamaba. En cada lugar el Padre Alberto Hurtado veía la cara de Cristo en los pobres. Había tantos que necesitaban techo, abrigo y comida. Para ellos fundó el Hogar de Cristo en 1944.
Sin tiempo para desfallecer siempre tenía un nuevo proyecto entre sus manos. Una nueva casa de acogida para los niños, talleres de enseñanza, más camas para las hospederías, eran algunas de las miles de ideas que rondaban en su cabeza. Pese a la incomprensión de muchos, siempre encontraba la fuerza para seguir sirviendo a Cristo.
Su obra se multiplicó con su trabajo en la Ación Católica, en la Acción Sindical de Chile y en la Revista Mensaje. Pese a la cantidad de tareas impuestas, nunca dejó de realizar Dirección Espiritual. Con su mejor sonrisa recibía y escuchaba a sus "patroncitos".
Tenía 51 años cuando le diagnosticaron cáncer. Pese a los fuertes dolores de su enfermedad, siguió trabajando por Cristo desde su pieza en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. Hasta el final se mantuvo alegre y contento, siempre dando una palabra de esperanza y apoyo a quien lo visitaba.
El 18 de agosto de 1952 el Padre Alberto Hurtado Cruchaga dejó este mundo, partiendo al encuentro con Cristo. Su esfuerzo, su lucha, su alegría y su intenso amor por Jesús dieron frutos. El 16 de octubre de 1994, Su Santidad Juan Pablo II beatificó al Padre Hurtado. Fue canonizado el 23 de octubre de 2005 por el Papa Benedicto XVI.
En la mención dedicada a la vida del padre Hurtado durante la Misa de canonización de cinco nuevos santos, el Papa hizo notar como “el programa de vida de San Alberto Hurtado” fue la síntesis de: “Amarás a Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”.
El 25 de julio de 1990, María Alicia, sufrió la primera hemorragia subaracnoíde, y fue trasladada al Instituto de Neurocirugia de Santiago, donde ingresó en estado de coma. Normalmente los pacientes en estos casos mueren, sobretodo al repetirse una segunda hemorragia, como fue el caso de Doña María Alicia. En un caso de que sobreviva el paciente debe ser operado inmediatamente, sino corre el riesgo de morir. En este caso, María Alicia no pudo ser operado por estar muy mal.
La segunda hemorragia masiva, le ocurrió a María el 2 de agosto, con la cual debería haber muerto. El tercer episodio hemorrágico ocurrió el 4 de agosto, y María Alicia aún seguía con vida. Los médicos, Felipe Valdivia y Freddy Ayach, a pesar de que María estaba en coma, la sometieron al tratamiento nuclear, el cual demostró la falta de flujo sanguíneo en su cerebro, por lo cual debería morir en quince minutos. Sin embargo, ella se mantuvo así por muchas horas, en estado de coma, con altísima fiebre y varias infecciones.
Desde el día de la primera hemorragia ocurrida a María Alicia, en su hogar le hicieron múltiples oraciones a la intercesión del Padre Alberto Hurtado, para que se diera un milagro y así María Alicia se salvará. Víspera del día del Padre Hurtado (17 de agosto), cientos de personas peregrinaron a la tumba del Padre Hurtado celebrando allí la Eucaristía, en la cual regaban especialmente por la recuperación de María Alicia, dejando constancia en el libro de peticiones. Mientras tanto, una doctora hacia su visita rutinaria en el instituto de neurocirugía, y con gran sorpresa encontró que la fiebre alta de María Alicia había desaparecido, es más, había recuperado la conciencia, podía hablar y moverse lo cual antes no habóa podido hacer, reconocía a las personas y sus nombres.
"Mi organismo no respondía a nada, hasta que me encomendaron al Padre Hurtado y al día siguiente comencé a recuperarme. Incluso desapareció la fiebre, mis órganos vitales empezaron a funcionar y me trasladaron a la sala común", declaró María Alicia.
"En un primer momento dudaba. Posteriormente, cuando me fui informando más de lo que había ocurrido realmente conmigo, la duda despareció y ya me convencí", mencionó María Alicia.
La pronta recuperación, la cual fue inesperada e inexplicable para la ciencia médica, permitió preparar a María Alicia para someterla a una ulterior operación, que previniera nuevas hemorragias. El día 25 de septiembre marñia Alicia fuer operada durante siete horas, pero sin ningún riesgo, para así suturar el lugar de las hemorragias. Es en la operación, en donde el doctor Valdivia vio las muestras evidentes del infarto cerebral.
María Alicia volvió a su casa sana y sin secuelas de lo ocurrido el día 8 de octubre de ese mismo año.
El caso fue analizado en 1993 por la Sagrada Congregación Para la Causa de los Santos, la cual ratificó que se trataba de un milagro intercedido por el Padre Alberto Hurtado.
El segundo milagro atribuido al Padre Hurtado y que reconocido por la Santa Sede se refiere a la situación que vivió Viviana Marcela Galleguillos Fuentes, quien en 1996, estando aún en el colegio y teniendo tan solo 16 años, resultó herida de gravedad a raíz de una accidente automovilístico en la Quinta Región, el cual la dejo con un problema cerebral de extrema gravedad. Los médicos no daban esperanzas a sus padres ya que Viviana había sufrido un daño neurológico calificado de irrecuperable por los médicos, quienes la desahuciaron tras una intervención quirúrgica.
El Padre de Viviana, fue hasta el Santuario del Padre Hurtado en Santiago, y a pesar de ser de madrugada, él espero hasta que temprano abrieran la puerta. ya adentro hizo su oración de petición y la dejó en el libro que hay en la tumba.
Al medio día, Viviana despertó como de un gran sueño, sin saber por qué se encontraba ahí. No secuelas de ninguna especie. Los médicos no encontraban explicación alguna. Luego de dos días Viviana se retiró del hospital con sus propios medios, entonces fueron a dar gracias al Padre Hurtado y en el libro describieron nuevamente su caso.
Tras lo ocurrido se inicio la investigación de la comisión médica chilena y más adelante lo hicieron en Roma. Luego de un proceso largo, finalmente se reconoció la intercesión de Alberto Hurtado en este milagro ocurrido a Viviana.
Fue canonizado el 23 de octubre de 2005 por el Papa Benedicto XVI.
Tú supiste amar y servir.
Tú fuiste profeta de la justicia
y refugio de los más desamparados.
Tú construiste con amor
un hogar para acoger a Cristo.
Como un verdadero padre,
tú nos llamas a vivir la fe
comprometida, consecuente y solidaria.
Tú nos guías con entusiasmo
en el seguimiento del Maestro.
Tú nos conduces al Salvador
que nuestro mundo necesita.
Haznos vivir siempre contentos
aun en medio de las dificultades.
Haz que sepamos vencer el egoísmo
y entregar nuestra vida a los hermanos.
Amén.
Tú que conociste el dolor
y la enfermedad,
que supiste del desprecio
y la persecución
ayúdame a dar sentido
a mi padecimiento
y acercar mi pasión
a la Pasión salvadora
de nuestro Señor Jesucristo,
porque “Si sufrimos pacientemente
con Él, también reinaremos con Él”.
Dame fortaleza y esperanza
para aceptar la enfermedad
y conocer el triunfo
de la Resurrección.
Intercede por mí
ante nuestro Padre Dios,
para que me sane de mi enfermedad
si es su voluntad.
Amén
Si tú me miras, El seguirá tu mirada y me verá
y entonces con que le digas
“¡Pobrecito! necesita nuestra ayuda”;
Jesús me atraerá a sí y me bendecirá
y lo amaré y me dará fuerza y alegría,
confianza y desprendimiento.
Me llenará de su amor y de tu amor
y trabajaré mucho por El y por Ti,
haré que todos te amen
y amándote se salvarán.
¡Madre! ¡Y solo con que me mires!
Les diste el Hogar de Cristo,
les regalaste tu abrigo,
los quisiste como hermanos,
los trataste con cariño.
Nos enseñaste a ayudar
a hacer la vida más buena…
Eso es solidaridad,
y hay que dar hasta que duela.
Amén
“Se realiza en un instante,
y su memoria perdura para siempre”.
“Nadie es tan rico
que pueda prescindir de ella,
ni tan pobre que no pueda darla”.
“Y, con todo, no puede ser comprobada,
mendigada, robada,
porque no existe hasta que se da”.
“Y si en el momento de comprar,
el vencedor está tan cansado
que no puede sonreír,
¿quieres tu darle una sonrisa?”.
“Porque nadie necesita tanto una sonrisa
como los que no tienen una
para dar a los demás”.
Amén.